CARLOS KLEIBER

El 13 de julio pasado se cumplieron dos décadas del fallecimiento de Carlos Kleiber (1930-2004), hijo del célebre director de orquesta austríaco Erich Kleiber (1890-1956). Carlos creció estudiando inglés con su institutriz y en escuelas porteñas, mostrando especial interés y dotes para la música. Estudió armonía con Erwin Leuchter y piano con Leo Schwarz y Ljerko Spiller. Por imposición de su padre comenzó a estudiar química en la Universidad de Zurich, aunque terminaría siguiendo su vocación musical. Debutó en el Teatro Argentino de La Plata a los 22 años. Esta fue una verdadera prueba para su padre, quien decidió enviarlo a Múnich como profesor sustituto de operetas, considerando que el puesto era ideal para aprender el oficio.

Erich y Carlos Kleiber

Tenía una elegancia y una presencia escénica muy fuerte en su manera de dirigir, aunque pocas veces hablaba en público y tampoco brindaba entrevistas o conferencias de prensa. Sus ensayos eran cerrados y también era muy meticuloso en el trabajo de cada sección, de forma detallada analizaba compás por compás, pero abierto a los músicos sin imponer una impronta o idea única, sino más bien su gran sensibilidad e intuición musical como aquel que conoce tan bien su oficio.

Leé la crítica haciendo click en la siguiente imagen:

El mejor libro sobre su padre lo escribió el gran César Dillon, a quien conocí personalmente. Era un melómano como pocos. Abogado, escritor, conductor radial, coleccionista y uno de los máximos investigadores argentinos sobre el pasado de la lírica. En 1990, con motivo del centenario del nacimiento de Erich Kleiber, Dillon publicó «Erich Kleiber – A Discography», una obra que acerca al oyente a la figura de este gran director:

«Se ha dicho que Berlín y Viena no lo lloraron, pero sí Buenos Aires. Recordamos la conmoción que causó el anuncio de su muerte transmitido por altavoces al público que escuchaba el concierto al aire libre del Bicentenario de Mozart la noche del 27 de enero de 1956 en Buenos Aires. En ese fatídico día –el del Bicentenario de Mozart– no estaba dirigiendo, pero seguramente debía estar pensando en su amado compositor. El programa de ese concierto anunciaba su regreso al Teatro Colón. Erich Kleiber nos había dado muchos años de su vida y muchas lecciones. Lo triste es que muchas de ellas quedaron en el olvido. Hace un año, un día lluvioso en Zurich, subí al Honggerberg para visitar el lugar de descanso final de Kleiber. Esta obra solo pretende ser un humilde homenaje a él, el hombre y el músico…»

César A. Dillon, Buenos Aires, Agosto de 1990

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