
Manuel Antin. Vicente La Ferla. Uno un maestro del cine, el otro de la ópera. Dos destacados artistas que marcaron rumbo. La maestría de sus obras y enseñanzas no supo de fronteras, al igual que su generosidad.
Con Manuel compartí los últimos veinte años. A Vicente lo conocí tras una grata coincidencia entre amigos gracias al maestro Gabriel Vinker. Consagrados en lo suyo, Manuel y Vicente siempre se mantuvieron vigentes, activos, “aggiornados”, y se percibía en ellos la tranquilidad y el legítimo orgullo de quienes saben que han dejado indelebles huellas en la cultura. Sus profundos aportes han inspirado a un sinnúmero de estudiantes y espectadores de múltiples nacionalidades y resulta difícil vislumbrar los alcances que sus contribuciones tendrán en las generaciones venideras.
Hablar de Manuel Antin es hablar de cine. Realizó 12 largometrajes junto al amor de su vida: la escenógrafa y vestuarista Ponchi Morpurgo. Del mismo modo, cada vez que Ponchi estrenaba una ópera, él estaba firme en la platea como gran observador. Si bien su agenda era ocupada, también asistía a ver mis producciones, algo de lo que siempre le estaré agradecido. Su pensamiento, su pluma, su visión y su palabra han hecho de él un pensador, un escritor, un director, un maestro y un ejemplo de persona. Vicente dirigía ópera y le fascinaba el cine, incluso conoció y trabajó con Leonard Bernstein y Nino Rota. Manuel dirigía cine y le fascinaba la música de Mozart. Tuve el placer de conocerlos a ambos en el último tramo de sus centenarias vidas.

Ambos nacieron en el mismo año: 1926. Antin nació en Las Palmas el 27 de febrero y La Ferla nació en Buenos Aires el 3 de diciembre. Vicente estudió en el Conservatorio Manuel De Falla y en 1947 debutó como director sustituto en el Teatro Argentino de La Plata, al igual que lo haría Carlos Kleiber cinco años después. Manuel comenzó estudiando derecho, carrera de la cual estuvo a dos materias de recibirse. Por esos años y gracias a sus intereses literarios es que se produjo su acercamiento al cine, pasión fervorosa que perduró hasta el fin de sus días.

En 1962 debutaba como director con La cifra impar, su primer largometraje basado en el cuento «Cartas de mamá» de Julio Cortázar. Por ese entonces, La Ferla trabajaba como director artístico de la Temporada Lírica de 1962 en Córdoba. Mientras Antin estrenaba Allá lejos y hace tiempo (1978), el maestro La Ferla era designado Secretario Artístico del Teatro alla Scala de Milán. A comienzos de los ochenta, Manuel dirigía su última película (La invitación) y asumía como director del Instituto de Cine terminando con la censura. Y a unas pocas cuadras de allí, La Ferla asumía como jefe de estudios en el Teatro Colón. “Crear una interpretación no es cosa de un momento al otro. La interpretación se busca, ¿y hasta cuándo se busca? Eternamente. Siempre que estamos en la interpretación, puedo descubrir algo más. Una pausa, un acento, una sonrisa, en fin, se busca toda la vida” afirmaba La Ferla.

En la década del noventa, Antin fundó la FUC, lugar mágico que solía describir de la siguiente manera: «la novedad que tenía la Universidad del Cine era esa característica poco identificable: no se podría decir de ella si era una escuela que producía o una productora que enseñaba». Por aquellos años, Vicente también traía una novedad entre manos y fundaba el Coro del Teatro de la Maestranza de Sevilla, a la vez que realizaba diversos conciertos y giras con cantantes como Chris Merritt, Gianfranco Pastine o Katia Ricciarelli, antes de abandonar su batuta. Manuel ejerció como rector hasta sus últimos días en la mencionada universidad, que recientemente fue declarada por la Legislatura de CABA como Sitio de Interés Cultural, en Homenaje a su fundador.

Las conversaciones con ambos eran geniales, usaban las palabras justas con sabiduría y un gran sentido del humor. Afortunadamente pude agradecerle a Manuel en diversas oportunidades todo su afecto y apoyo, desde los inicios de mi carrera como estudiante, profesor y profesional. Hace unos años, le hice una entrevista en la que afirmó: “quisiera que me recuerden como lo que fui: un escritor frustrado convertido en director de cine, con cierto éxito en el mundo del cine y con un éxito final que fue la fundación de la Universidad del Cine”.

Ambos partieron en 2024, hace tan solo unos días. Si bien Manuel y Vicente nunca se conocieron personalmente, supieron el uno del otro gracias a mi estimado amigo el profesor Jorge La Ferla. Emulando las palabras finales de Borges en su poesía «In Memoriam»,
A los impares tributemos, los diversos
Las palmas y el clamor de la victoria:
No profane mi lágrima este verso
Que nuestro amor inscribe a su memoria.
¡Gracias a ambos por haber elevado el arte del último siglo!
